martes, 16 de junio de 2009

La canción de la vida profunda

Hoy quiero compartir un hermoso poema de uno de los no tan conocidos poetas latinoamericanos, disfrútenlo.




CANCIÓN DE LA VIDA PROFUNDA


El hombre es una cosa vana, variable y ondeante...

MONTAIGNE


Hay días en que somos tan móviles, tan móviles,

como las leves briznas al viento y al azar.

Tal vez bajo otro cielo la Gloria nos sonríe.

La vida es clara, undívaga, y abierta como un mar.


Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles,

como en abril el campo, que tiembla de pasión:

bajo el influjo próvido de espirituales lluvias,

el alma está brotando florestas de ilusión.


Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,

como la entraña obscura de oscuro pedernal:

la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas,

en rútiles monedas tasando el Bien y el Mal.


Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos...

(¡niñez en el crepúsculo! ¡Lagunas de zafir!)

que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,

y hasta las propias penas nos hacen sonreír.


Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos,

que nos depara en vano su carne la mujer:

tras de ceñir un talle y acariciar un seno,

la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.


Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,

como en las noches lúgubres el llanto del pinar.

El alma gime entonces bajo el dolor del mundo,

y acaso ni Dios mismo nos puede consolar.


Mas hay también ¡Oh Tierra! un día... un día... un día...

en que levamos anclas para jamás volver...

Un día en que discurren vientos ineluctables

¡un día en que ya nadie nos puede retener!


Porfirio Barba Jacob. Poeta colombiano

lunes, 15 de junio de 2009

futuro del periodismo

Periodismo y globalización

Por Daniel Peláez Carmona

El proceso de globalización en el que se debate la humanidad desde la última década del siglo pasado, ha trastocado todas las áreas de la sociedad. Este proceso caracterizado principalmente por la mundialización de la economía capitalista y que ha vuelto a poner en boga conceptos como el de liberalismo económico absoluto, es decir, en que se deje el camino abierto, sin ningún obstáculo o taxativa a la libre empresa, y se termine con cualquier vestigio de participación del Estado en la economía; en el que se ponga fin a las fronteras nacionales y se deje el camino libre al paso de las mercancías de cualquier país hacia el resto de las naciones.
Este proceso que al mimo tiempo, como causa y efecto se ha caracterizado por una revolución tecnológica principalmente en el campo de la información y las telecomunicaciones, con la aparición y desarrollo de la telaraña mundial informativa, el Internet; el de la consolidación de las formas digitales de comunicación y que han generado un vertiginoso y radical cambio en las formas y contenidos de la comunicación y la información.
Ambos procesos han generado cambios muy importantes en los ámbitos políticos, culturales, educativos, científicos, y hasta en la vida cotidiana de las personas en cada rincón del planeta. Decía Eduardo Galeano en su libro de Las Venas Abiertas de América Latina, que, pese a que los brasileños o los colombianos eran de los principales productores de café, en Wall Street se decidía el destino y hasta el matrimonio de cada uno de los productores cafetaleros, porque allá se determinaban las fluctuaciones en los precios que determinaban las condiciones de vida de quienes vivían de ese cultivo.
Hoy, más que nunca esa verdad se está haciendo más universal, pues la economía mundial está gobernada en las principales metrópolis de los países altamente desarrollados.
Esta tan llevada y traída globalización, que aunque no la conozcamos y contra nuestra voluntad nos afecta, ha llevado a un grupo de intelectuales a plantear que el periodismo se encuentra en crisis e incluso a un paso de su muerte.
En su trabajo ¿Crisis del periodismo?. Fin del periodismo, el comunicador boliviano César Rojas Ríos señala que en un trabajo suyo publicado en el semanario Pulso. El título era tajante: “Fin del periodismo”; por tanto, “anunciaba su muerte, su entierro, y tanto es así, que inclusive veo saliendo de su tumba los gusanos”.
Y entre los argumentos que sostienen su tesis se encuentran los siguientes: Primero, “Si ayer el periodismo trató de salir a flote de la marea ideológica que inundó nuestra sociedad; hoy decididamente naufraga en el océano de lo comercial y lo político. El dinero y el poder son los nuevos amos y, entonces, el periodismo se convierte en una dactilógrafa con formación académica: escribe al dictado sin preguntar”.
Segundo, ”el periodista ha sido sustituido por el gestor o el ejecutivo que hoy trabaja en comunicaciones y mañana en la siderurgia. En el mejor de los casos es una empresa de entretenimiento movida por la comercialidad; de hecho, el peso de las empresas informativas en los macrogrupos de la comunicación y el entretenimiento tienen cada vez menor relevancia. Por consiguiente, el contenido informativo en estas industrias no viene ya definido por los editores o los periodistas, sino por ejecutivos que, con estudios de mercado en la mano, definen lo que el público responde a unos encuestadores y lo que los anunciantes esperan de ‘su medios’.”
En tercer lugar señala, “las únicas noticias libres del pecado original de la manipulación son aquellas que no importan ni afectan a nadie. A partir de aquí en adelante la libertad y la independencia quedan restringidas. Y citando al profesor Ted. J. Smith III de la Universidad de la Comunidad de Naciones de Virginia, dice que “los periodistas, en cuanto críticos sociales y políticos, no desempeña correctamente la labor encomendada a causa de carencias estructurales en estos cuatro aspectos: 1) el ejercicio periodístico es básicamente una actividad de escaso rigor intelectual y con marcada tendencia a la simplificación; 2) los periodistas suelen carecer de conocimientos técnicos adecuados para la mayor parte de las cuestiones complejas de la vida actual; 3) el trabajo periodístico se ejecuta sin la reflexión y el sosiego que son deseables en una adecuada labor crítica; 4) es evidente la falta de una actitud juiciosa y equilibrada en la mayor parte de los periodistas, que renuncian a hacer un balance de los datos positivos y negativos para reducirse únicamente a una esquemática y simplificadora enumeración de defectos aparentes sin analizar las causas” .
Y termina señalando que “las salidas ante este ocaso y fin del periodismo son: a) seguir en el periodismo (que no es lo mismo que hacer periodismo) a costa del periodismo; b) querer ejercer el verdadero periodismo y terminar siendo un outsider: un marginal e indeseable; o c) un camino ya recorrido y subyugante: aprovecharse del periodismo para hacer cualquier otra cosa menos periodismo. Lo que significa es que el periodismo serio, amante de la verdad de los hechos sobre los que informa y apasionado por el buen estilo de redacción, habrá llegado a su fin. Y que otro “periodismo” será el que se pavonee y se encumbre”.
Este sombrío panorama que de acuerdo con esta corriente afiliada a los agoreros del fin, como Francis Fukuyama, que predijo el de la historia, se cierne sobre el ejercicio periodístico tiene un mucho de verdad en cuanto señala condiciones objetivas de una realidad que nos aqueja a quienes nos desempeñamos dentro de la profesión, pero que no podemos compartir, porque podemos contribuir a que su fin no sea inevitable y a rescatar los valores intrínsecos y que le dieron origen a la profesión, desde el nacimiento mismo de la lucha por los derechos del hombre, en que se reivindicó la libertad de expresión como uno de ellos, allá en la Revolución Francesa y que en forma tan sublime enalteció Jean Paul Marat.
Coincido más con la posición de quienes consideran que ante la vorágine mercantilista que nos amenaza, la mayor profesionalización, la preparación cultural e intelectual amplia, el conocimiento profundo y manejo correcto del idioma, la profundización de la lectura, el conocimiento y manejo de las tecnologías y una mayor especialización; así como la vuelta al rescate de los valores deontológicos, a sujetarse a la verdad y una mayor acuciosidad e investigación, ayudarán a dignificar más la profesión y pueden ser las armas que nos ayuden a salir airosos de la crisis. Aunque esto será motivo de una futura colaboración.

Publicado en el Comentario el 15 de junio de 2005
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domingo, 14 de junio de 2009

La lectura y la escritura

Escritura, lenguaje y lectura

Daniel Peláez Carmona

Escribir es pensar: pensar primero y escribir después. Es una idea que aunque pareciera un sinsentido, a un lugar común, encierra un contenido interesante, que sólo podemos entender cabalmente cuando nos disponemos a llevarla a la práctica, Cuántas veces en nuestra vida de no nos sentimos impotentes para realizar algún trabajo porque no hemos aprendido a escribir, y como bien dice Vivaldi en su Curso de Redacción, porque no hemos aprendido a pensar.
Este planteamiento, que hace referencia a lo que significa el escribir, pudiera creerse que sólo es válido para quienes se van a dedicar al arte literario, para quienes van a hacer suyo el oficio de escritor, sin embargo, no es correcta esa apreciación, porque el escribir correctamente no sólo es una necesidad para los escritores –que de por sí es indudable-, sino para cualquier profesionista, pues todos en su ejercicio de la profesión tendrán más de alguna vez que redactar un escrito. Y, precisamente, la falta de entendimiento de esta necesidad produce que con frecuencia nos encontremos con un sinnúmero de casos de abogados, médicos, ingenieros, biólogos, que no son capaces de redactar un texto de media cuartilla, y si lo hacen, adolecen de sumas deficiencias.
Pero la situación se torna más grave, cuando esas deficiencias las encontramos en personas que el uso del lenguaje escrito es su profesión, es la actividad que les da el pan de cada día, tal es el caso de muchos periodistas que por ignorancia, por falta de cuidado, negligencia o porque se supedita la corrección de los escritos a los verificadores de textos que tienen los procesadores y que hacen gala día con día de su incorrecta forma de escribir. Que esto es cierto, lo podemos comprobar, basta con leer algún diario –local, regional e incluso nacional- y nos encontraremos con notas, entrevistas, reportajes, artículos, etc., plagados de errores, hasta los más elementales en la estructuración de oraciones.
Es ante estas limitaciones frecuentes y graves, que se hace necesario insistir en la urgente necesidad, para aquellos que están involucrados en el quehacer cotidiano de la profesión y para los futuros miembros del gremio, de acercarse realmente al conocimiento de las nociones elementales del buen escribir, si es necesario, comenzar con el abc de la gramática, pero hacerlo. Para poder cumplir con esta tarea y eliminar las deficiencias que al respecto se tengan, se puede iniciar escogiendo un buen manual y tenerlo como nuestro libro de cabecera.
Es en este contexto en el que podemos resaltar la importancia de la obra de Vivaldi, Curso de Redacción, que sin negar que en varios aspectos se ha descontextualizado, en lo general son válidas las recomendaciones que a lo largo de la obra se van dando de una forma muy accesible, por el espíritu didáctico con que fue elaborado, en relación a la forma correcta de escribir, por lo que bien podemos y debemos tenerlo siempre a la mano.
Precisamente, en las páginas dedicadas en forma concreta al arte de escribir, se plantea la necesidad de que cualquier trabajo que se quiera realizar correctamente, debe sujetarse a ciertas reglas, que sin ser absolutas, son necesarias para evitar la anarquía en la composición. Conviene que se tenga plena conciencia de lo que se quiere escribir, es decir, que antes se elabore en nuestro pensamiento un plan bien estructurado, ordenar bien nuestras ideas, primero, para poder plasmarlo después. La plasmación de los resultados no será producto solamente de la inspiración, sino del conocimiento profundo del tema elegido, de la capacidad de investigación que se tenga o se desarrolle y del manejo del idioma.
Teniendo ya el escrito, se debe procurar en la medida de lo posible, revisarlo y como lo haría un pintor con su cuadro, darle el retoque, el acabado de los arquitectos. Se dice esto es necesario, en la medida de lo posible, pues para el periodista resulta limitante el hecho de que se tenga que estar redactando diariamente, pues impide una revisión minuciosa, aunque también ha servido de pretexto, para no revisar y presentar trabajos que dejen mucho que desear.
En relación a las cualidades que debe reunir el buen estilo menciona que este debe ser: claro, que por su expresión, no se dificulte su comprensión a un hombre de cultura media; conciso, que se utilicen los vocablos precisos para expresar lo que se quiere, ni más, ni menos, que no se le dé vueltas al asunto: sencillo, que su comprensión no se dificulte, que las palabras usadas se entiendan fácilmente: y natural, que para decir lo que el tema exige, no se utilicen términos rebuscados.
El autor sostiene y estoy de acuerdo que todas las reglas que se plantean para escribir, tienen un carácter relativo, es decir, que no se pueden aplicar mecánicamente, como una receta de cocina y dar como resultado una producción literaria, digna del más grande escritor. No, porque de ser así, se uniformaría el estilo de los escritores; en el caso nuestro, de los periodistas y eso no es posible, porque quien lo hiciera perdería originalidad, que no es más que la manera propia a cada individuo de observar, sentir, y describir la vida. Esto es aplicable al periodismo, pues aunque existen determinados géneros; nota, entrevista, artículos, reportajes, crónica, etc., cada periodista tiene, o debe tener, su propia manera de hacer cada uno de ellos, lo que se puede lograr si se cuenta con los elementos indispensables para escribir correctamente. Debemos decir que en la búsqueda de la originalidad, los periodistas necesitamos hacer de cada trabajo, así sea la más insignificante nota, o la más intranscendente entrevista, un producto armónico de nuestro esfuerzo personal, un todo coherente, que se manifieste esa armonía y esa coherencia desde el inicio hasta el final, así como los colores que conforman una pintura de calidad o los tonos de una sinfonía.
Por último, hay que insistir que no basta con el conocimiento de un conjunto de reglas para hacer arte de la escritura, sino que es fundamental el conocimiento pleno de nuestro lenguaje, que no es el conocimiento de una gran cantidad de palabras, sino su uso correcto, su comprensión plena, para su consecuente aplicación adecuada. Para lo cual, no basta con tomar el diccionario y aprenderse de memoria las definiciones de las palabras, sino conocerlas ahí donde adquieren valor, en el texto, en la frase, en la oración, lo que significa que tenemos que conocer las obras producidas por los grandes escritores. Es necesario, pues, que hagamos hábito la buena lectura, que sintamos un hambre insaciable de literatura.
Sólo quien se acerca a la buena lectura, es capaz de poder entender y conocer, o conocer y entender mejor nuestro idioma y puede llegar a ser capaz de producir buena escritura. Es pues, una necesidad insoslayable, acrecentar día con día nuestro acervo cultural y la lectura sigue siendo el instrumento más eficiente..
Publicado en El Comentario el 8 de junio de 2005

Biografía de Ignacio Ramírez

Escritor, poeta, jurista, político y humanista mexicano. Nacido en San Miguel de Allende, Guanajuato, realizó sus primeros estudios en la ciudad de Querétaro y posteriormente se trasladó a la ciudad de México, en cuya Escuela de Jurisprudencia recibiría su título de abogado. Formó parte de la Academia de Letrán; su discurso de ingreso en 1837, siendo muy joven, es histórico, ya que pronunció una frase que provocaría gran revuelo: "Dios no existe, las cosas de la naturaleza se sostienen por sí mismas". Como sus compañeros de batalla (Guillermo Prieto, Manuel Payno, Ignacio M. Altamirano) peleó con ejemplar honestidad y valor en todos los combates del complicado periodo histórico que le tocó vivir. Fue desterrado, encarcelado y estuvo a punto de ser fusilado. Colaboró en la redacción de las Leyes de Reforma de 1859 y fue ministro de Instrucción Pública. Además de su participación en numerosos periódicos (Don Simplicio, 1845, donde aparece por primera vez con el seudónimo de El Nigromante), escribió sobre cosas muy variadas: La lluvia de azogue (1873), Observaciones de meteorología marina, Lecciones de literatura (1884). (tomada de El poder de la palabra, http://www.epdlp.com/index.php)

sábado, 13 de junio de 2009

Presentación


Hoy inauguro este espacio común en el que quisiera compartir e intercambiar con quien así lo desee, reflexiones, información, datos, anecdotas, experiencias, libros, trabajos académicos, etc., relacionados con dos de las áreas que conforman mi ejercicio profesional: el periodismo y la historia.
Sí, soy un apasionado de la historia universal, de la historia de Latinoamérica, de México, de la región en la que vivo (Colima) y a lo largo de mi formación profesional me he involucrado en tratar de comprender mejor el devenir de la humanidad.
Por otro lado, el periodismo me ha servido para tratar de exponer mis ideas respecto a esa historia, o esas historias tanto pasadas como contemporáneas y desde hace algunos años trabajo en un medio impreso y he publicado algunos articulos relacionados con esta temática.
Ambas actividades, profesiones, me han planteado la necesidad de tener que leer y he tratado de formarme el hábito de la lectura y también he insistido en forma permanente en cuanto espacio público me he parado -principalmente en mis clases- en la necesidad de que este hábito sea abrazado por todos aquellos que quieren elevar sus posibilidades de comprensión de la realidad en la que vivimos, por eso quiero que también este espacio sirva para compartir lecturas, reseñas, recomendaciones.
El nombre lo he tomado de uno de los más grandes pensadores que ha tenido la historia mexicana, Don Ignacio Ramírez, que se hacía llamar El Nigromante, que fue de los liberales del siglo XIX, de los que contriobuyeron con su inteligencia y sù práctica política en la construcción de la nación mexicana.
Vaya pues, este espacio para que juntos emprendamos un camino para construir conocimiento e intentar comprender mejor nuestro entorno económico, político, social y cultural.