jueves, 7 de enero de 2010

Lectura-1

Lectura y desarrollo infantil

No soy especialista en educación temprana, ni en la pedagogía infantil, pero sí un apasionado de la lectura y un convencido de la importancia de ésta en el desarrollo de la inteligencia de los hombres y de su necesidad insoslayable en la educación de los niños.
No pretendo aquí descubrir que desde tiempos inmemoriales en la luna habita un conejo, a cuya existencia las diversas culturas del universo han tratado de dar una explicación que se relaciona fundamentalmente con los valores y las enseñanzas a las nuevas generaciones. Tampoco quiero pintar rayas en el agua con una disquisición teórica acerca de la urgencia del fomento de la lectura, que de estos discursos están llenos las planas de los periódicos y las revistas especializadas y bastante se ha insistido por parte de las autoridades de todos los niveles de gobierno, con el propósito de incentivar la formación de lectores en el país.
En esta ocasión sólo quiero contribuir con un grano de arena, compartiendo con mis dos amables lectores -el corrector de estilo del periódico y yo mismo-, un libro que me encontré en un lugar inesperado, -uno de esos restaurantes que pululan en todo el país cuyas iniciales creo que quieren decir very important people-, digo inesperado, porque regularmente venden libros cuya calidad literaria, académica o científica, deja mucho que desear.
El libro se llama La lectura para el desarrollo infantil, de Marcela Magdaleno, publicado por la editorial Quarzo. La autora estudió pintura en la Hotham School of London; periodismo, en la escuela Carlos Septién y desde 1998 se dedica a impartir clases de arte para niños y talleres de fomento a la lectura. No se trata de una obra de carácter teórico acerca de la psicología, la neurolingüística, la pedagogía o la lectura en el desarrollo psicomotor destinado a especialistas; sino de un texto dirigido a cualquier padre o madre de familia, profesor de nivel preescolar, básico, medio, medio superior o superior; o a quién se interese en la lectura.
Contiene algunos planteamientos elementales sobre el desarrollo intelectual de los niños, sobre el lenguaje y la expresión, la importancia del aprendizaje autodidacta; la necesidad de la conversación para el desarrollo del entendimiento; sobre los libros, el juego y la libertad de los niños para que desarrollen el gusto por leer y acerca de la imaginación y la creatividad.
En una segunda parte, la autora desarrolla una serie de propuestas prácticas para la organización de talleres de lectura para niños y jóvenes, con actividades manuales, ejercicios físicos y juegos pensados para alumnos desde preescolar hasta preparatoria, así como para educadores, madres y padres y cualquiera que esté interesado en el desarrollo mental.
Dice la autora "la lectura comienza desde el vientre materno, no hay pretexto para no leer ni para no incitar a la actividad mental a lo largo de la vida; el aprendizaje es insaciable con la lectura. La esencia de la lectura consiste en aprender a pensar; la lectura provoca revolución espiritual, nos enseña a cuestionar, a tener seguridad en nosotros mismos, a que volemos como pegasos hacia la libertad y el entendimiento, dejando muy atrás el abatimiento, la apatía y la pereza mental"
Y fustiga a los medios de comunicación masivos: "La televisión, los audiovisuales y algunos videos son reproducciones de ideas y conceptos literarios que ayudan al entendimiento, pero no al procedimiento de activación esencial del cerebro. Los medios masivos de comunicación nos taladran el cerebro, no nos permiten el buen procesamiento del pensamiento, porque al recibir información no hay pausas de reflexión; por el contrario, siguen circulando imágenes y sonidos que aniquilan el límite entre el juicio y la razón.
“Todo nos pasa enfrente con tanta rapidez que lo único que se logra es un subconsciente saturado, información desordenada y tragada por las arenas movedizas de la cordura. Esto hace que el hábito de la lectura se deje a un segundo término y la curiosidad por el conocimiento y la investigación queden aniquiladas. Lamentablemente esto trae como consecuencia el retroceso en las bases educativas de la humanidad”
Pueden ser tesis discutibles sobre todo, por quienes son acérrimos defensores de los medios masivos de comunicación, pero lo que sí es indiscutible, es que en un mundo dominado por las grandes cadenas de televisión, radio y por la red de redes, donde la imagen hegemoniza sobre la palabra escrita, hay cada vez menos lectores y en el caso de nuestro país, los índices de falta de lectura y de bajo aprendizaje, como consecuencia directa de que nuestros estudiantes no saben leer, son aterradores. De ahí la urgencia de convocar a una cruzada nacional por atraer a los niños, desde la más tierna infancia a los libros, primero en una forma lúdica, para que después, como dice Marcela Magdaleno, se hagan adictos a la lectura.
Necesitamos multiplicar este tipo de adicción, que no viola ninguna legislación y sí acrecienta la capacidad de imaginar, de quien consume libros. Y para convencerlos de leer la obra que refiero, termino citando a la autora: “La lectura cautiva, cultiva, inspira, consuela y alimenta; nos abre horizontes y dimensiones; nos da paz, esperanza, fortaleza y convicción. Es un alimento –una droga digo yo- para comerse lentamente, masticando, saboreando, digiriendo”

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