jueves, 7 de enero de 2010

Historia-2

Reencontrar la Historia
En los dos últimos días, 15 y 16 de septiembre, casi como por ensalmo o como el fruto de una conciencia social casi inexplicable, el país entero se impregnó de un espíritu nacionalista, durante los festejos por el 193 aniversario del inicio de la lucha por la Independencia de México.
Como en ninguna otra fecha de la efemérides nacional, esta provoca una efusividad, un entusiasmo que contagia, desde el primer mandatario de la República, pasando por los gobernadores de los Estados, los presidentes municipales, los cónsules y embajadores de nuestro país en países extraños y que arrastra a miles, millones de ciudadanos en todas las ciudades y hasta en los más apartados pueblos del país y en el extranjero que se reúnen para escuchar el tradicional "Grito" o para presenciar el desfile militar.
Para otros más, la fecha sirve de pretexto ad hoc para convertir ese fervor patrio y nacionalista en festejo familiar, reunión de amigos y franca borrachera para celebrar dicen todos al unísono, cuando se les inquiere, la Independencia de México.
Es admirable que después de casi dos siglos, esta fecha histórica tenga tal capacidad de convocatoria y produzca tal entusiasmo en la mayoría de los mexicanos, sobre todo cuando los tiempos actuales, de una internacionalización de la economía, conocida como la era de la globalización amenaza con derrumbar, no sólo las barreras proteccionistas de las economías de los países menos desarrollados, sino aún con su propia personalidad determinada por sus costumbres, sus raíces históricas, para adquirir otras que no son las suyas.
Y en esta no pérdida del interés de los mexicanos por celebrar la Independencia de México, tiene que ver sí, el hecho de que el propio Estado se encargue de evitar que se extinga, al convocar todos los años a los actos oficiales. Pero también tiene que ver la conciencia histórica que aún pervive en los mexicanos, aprendida en las aulas de la educación básica, a través de la tradición oral que aún existe en miles de familias mexicanas y a que el valor moral de los "héroes que nos dieron patria", trasciende cualquier frontera espacial y temporal y vence cualquier intento por demeritar los hechos de hombres como Hidalgo o Morelos.
Pero también hay una realidad que no podemos soslayar y se refiere al desconocimiento profundo por parte de la mayoría de los mexicanos, del significado de los acontecimientos históricos. Se sabe sí, que Hidalgo es el "padre de la Patria", pero poco se sabe de su vida, de sus ideas, de su lucha por llevar a la práctica su pensamiento de libertad, de fraternidad e igualdad entre los nacidos en esta tierra, en una época en que la patria se encontraba sojuzgada por un poder imperial ajeno.
Poco o nada se conoce de cuál fue el proceso que se siguió para alcanzar la independencia. Poco o nada se dice de que Hidalgo, Morelos, Allende, Aldama, Abasolo, Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario y el resto de personajes de la época que se han destacado y ponderado en la historia oficial, nada hubiesen hecho si detrás no hubiese habido un conglomerado social compuesto de miles de indígenas y mestizos, principalmente, que padecían en carne propia la desigualdad económica y social, y por lo tanto, estaban dispuestos a morir por un cambio; y de algunos criollos que anhelaban alcanzar el poder, porque lo consideraban un derecho al haber nacido en estas tierras. Es lamentable, incluso, encontrarse con estudiantes de profesional o profesionistas que desconocen por completo la Historia de México.
Y esto se debe a que no es suficiente con las convocatorias oficiales a las celebraciones masivas de los aniversarios de la Independencia, la Revolución o los homenajes en los monumentos por la conmemoración de natalicios o muertes de tal o cual personaje de la historia. Hace falta un genuino interés por la enseñanza de la historia en todos los niveles educativos, pero más allá de la historia de bronce, de fechas o de batallas militares. Más allá del cambio de unos héroes por otros, dependiendo de quien se encuentre en el poder.
Dice Miguel Angel Gallo en su libro Que es la historia, "lo que comemos, lo que pensamos y sentimos; nuestras ambiciones y metas; muchos de nuestros problemas son sociales e históricos. Es necesario que nos detengamos a pensarlo, a investigarlo. De ahí la necesidad del estudio de la Historia; de ahí su vital necesidad. Debemos reencontrarnos con la Historia, con nuestra propia historia; entender que lo que somos se debe a los que nos precedieron, lo que serán nuestros descendientes se deberá a lo que hagamos. Y entenderlo no sólo desde el punto de vista personal o familiar: captarlo como parte de un todo social e histórico.
"Aprender Historia, estudiarla, criticara, finalmente, hacerla en el sentido más amplio: como obra de transformación hacia metas más humanas
"pero, ¿qué Historia? La Historia objetiva, la que pretende ser y perfeccionarse como ciencia, aquélla que nos ofrece mayores posibilidades de conocimiento y transformación: ya no la de "museo", ni la elitista; ya no la de bronce ni la mentirosa, menos la estéril.
"Esa a la que aspiramos, se está construyendo, y mucho le falta aún. Desde el punto de vista del conocimiento es imprescindible una Historia desmitificadora, objetiva, crítica, ligada a nuestras realidades y por tanto a nuestros problemas. Una Historia que rescate las luchas ignoradas, tire de sus pedestales a muchos ídolos falsos, reconstruya nuestro pasado y nos muestre el porqué de nuestras taras, pero también de nuestros logros. Historia concebida como el devenir de todo un pueblo, sus miserias y triunfos. Historia que no desdeñe las tradiciones populares, la sátira, el corrido, la caricatura; que no se acartone en investigaciones puramente eruditas. Historia que ligue nuestro pasado con las luchas actuales, que reincorpore a toda Historia no escrita"

Publicado el 17 de septiembre de 2003

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