jueves, 7 de enero de 2010

Lectura-2

La lectura: la cultura del subdesarrollo

Por Daniel Peláez Carmona

Cuando aún era estudiante de la carrera de Periodismo en la Universidad de Colima, escribí un trabajo que se publicó en el suplemento cultural Andante y que hoy, a pesar del tiempo que ha transcurrido, creo que tiene actualidad, por eso me atrevo a transcribirlo.
“Aunque para muchos parezca anacrónico o necio, es imposible sustraerse al análisis de las condiciones económicas de un país, para entender con mayor objetividad las características de ese mismo país.
México, aunque nos sea difícil aceptar, todavía navega entre los países del Tercer Mundo, porque ahí es donde se nos ha confinado por parte de los países poderosos del planeta. Proveedores de materias primas y mano de obra barata y receptores de tecnología de desecho y de capitales foráneos a cambio de una dependencia económica y política humillante. Nosotros sembramos y exportamos maíz, papas, café y cacao y se nos regresan cornflakes, sabritas, nescafé ristreto y diplomat, chocomilk, entre otra basura alimenticia.
Este, nada honroso papel que nos ha tocado jugar como país "en vías de desarrollo", con el consiguiente atraso científico y tecnológico, es una necesidad para que los países desarrollados puedan mantener su status de dominadores de la economía mundial. Es decir, mientras más atrasados están los países de la periferia, como el nuestro, mejores condiciones existen para que las metrópolis vivan en la abundancia y opulencia.
Tomando en consideración esta triste, pero terca realidad, en los países del Tercer Mundo se presentan fenómenos que son al mismo tiempo causa y secuela de la dependencia económica. Uno de ellos es el deprimente, patético atraso en la lectura, que -como dice Carlos Monsiváis en una colaboración para la revista Proceso No. 647- "va haciendo que los lectores se vayan convirtiendo poco a poco en una especie en extinción".
Según datos arrojados por una investigación de Fernando Valtierra -citados por Gerardo Ochoa Sandy en Proceso No. 848- "de cada 100 libros vendidos en México, 2 son leídos totalmente, 6 los dejan a la mitad. De 65, se leen 16 páginas, 27 son hojeados, regalados o colocados sin más en los libreros. Sólo el 11% lee por placer. El 70% lee un solo libro que no necesariamente concluyó. El 92% de los que compró un libro se sintió insatisfecho porque no resultó lo que esperaba".
Siguiendo con las estadísticas, Burton R. Clark en su artículo compilado por Karen E. Kovacs en "La Revolución Inconclusa. Las universidades y el Estado en la década de los 80's", señala que en Japón hay 2.8 libros por habitante. Hasta 1990 en nuestro país había 500 librerías. En Estados Unidos 25 mil. Inglaterra alcanzaba las 20 mil. Francia, las 15 mil. España poseía 8 mil para 40 millones de habitantes y Argentina, 800 para 24 millones de habitantes.
Se plantea que el mexicano común maneja un promedio de 60 a 120 vocablos -cuando hablamos una de las lenguas más ricas en vocabulario-. Casi ningún padre lee textos a sus hijos. El 97% ve televisión 6 días a la semana. El 25% lee una revista o un periódico. Las lecturas más solicitadas son los comics, las novelas policiacas, sentimentales, de vaqueros. Entre todos ellos se publican 400 millones de ejemplares al mes. Una revista diaria por cada seis habitantes.
Mientras, por otra parte, tenemos que el libro mayor venta en 1992 que fue Como agua para chocolate, de Laura Esquivel, alcanzó una edición de 104 mil ejemplares solamente; le siguió Consejo de belleza de los pies, de Alfredo Palacios, con 84 mil; y, en tercero, Doce cuentos peregrinos, de Gabriel García Márquez, con 60 mil.
Dice Jaime Labastida -citado por Monsiváis-, "lo que hace falta no son campañas de promoción de la lectura, ni que los libros tengan mejores precios, ni tampoco que existan más bibliotecas y librerías. No necesitamos este tipo de estímulos, porque los estímulos son mentales. Cuando hay verdadero interés, la actividad de la lectura se desarrolla por sí misma"
Octavio Paz dice acerca del sitio que el Estado y la sociedad le conceden a la lectura, "los escritores mexicanos trabajamos en condiciones particularmente desventajosas: nuestra industria editorial es raquítica, las ediciones son ridículas, por lo que se refiere al número de ejemplares; y aún así penetran muy difícilmente en un público que no lee. Y no lee porque no se le ha inculcado en los hogares ni en las escuelas, el amor a la lectura. La indiferencia ante el libro, se convierte entre nosotros en una suerte de horror.”
Considero que las cifras hablan por sí solas y estoy de acuerdo en que las cosas no se van a resolver con invocaciones a la conciencia para que se adquiera el hábito de lectura o para que se usen las bibliotecas. Mientras no haya una revolución completo, primero en toda la estructura económica de nuestro país, luego en toda la estructura educativa, no va a ser posible que salgamos del atolladero.
Mientras no desarrollemos nuestra capacidad productiva, gracias al desarrollo científico y tecnológico, para salir de esa dependencia respecto del extranjero, para ya no continuar sometidos a los designios de los poderosos. Mientras no se alcancen niveles de bienestar y de progreso para todos los mexicanos, para que todos, no solamente puedan contar con lo más indispensable para vivir sin necesidades, sino que también puedan disponer de recursos para allegarse libros. Mientras no se transforme nuestro sistema educativo no sólo para que se alcancen niveles de competitividad científica y tecnológica, sino para formar verdaderos sabios en las aulas. Mientras no se cumplan con esos requisitos, vamos a seguir condenados, no sólo a la dependencia económica y política, sino también a la cultura del subdesarrollo”.

Publicado el 11 de mayo de 2005

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