jueves, 7 de enero de 2010

historia-1

La Historia necesaria

"Los hombres se parecen más a su tiempo que a sus padres"
Marc Bloch. Introducción a la historia

La necesidad de la transmisión de la historia de los pueblos ha estado intrínsecamente ligada al propio desarrollo de los hombres. Todas las culturas que han existido a lo largo y ancho del mundo, de levante a poniente y de norte a sur, siempre han procurado, desde sus etapas más primitivas y "bárbaras", primero como un instinto de conservación y después como un ejercicio conciente, legar a las generaciones posteriores el conocimiento del pasado, de los orígenes, de sus transformaciones sufridas a lo largo del tiempo.
Así, se ha estudiado cómo los primeros hombres que existieron en la tierra, usaban la pintura -llamada rupestre- para proporcionar conocimientos de algunas actividades indispensables en la vida de las primeras formas de organización social; también, antes de que existiera la institución llamada escuela, los ancianos de las comunidades, eran los responsables de transmitir oralmente a las generaciones noveles, los elementos necesarios de la historia de las hordas, tribus, clanes, para garantizar la identidad de los grupos y su supervivencia.
Nuestros antepasados aztecas también crearon sus propios mecanismos para que los miembros de la sociedad, por medio de los códices, aprendieran el origen -tal vez mítico, pero descrito en forma de historia- de su pueblo, las etapas en que estuvieron subyugados y el crecimiento y consolidación del imperio.
La enseñanza de la historia, pues, no es un agregado cultural de un sistema educativo, es una necesidad para los miembros del conglomerado social para darle una identidad propia. Un pueblo que desconoce su historia, es más propenso a aceptar formas ajenas de cultura y presa más fácil de la dominación económica y política. En la historia de un pueblo se encuentra el conocimiento de sus raíces, la grandeza de los hombres que los precedieron en el tiempo y sus legados; se encuentran ejemplos de valor civil, de ética y moral que tanta falta hacen a los hombres que son avasallados por manifestaciones extrañas a su propia cultura. En la historia están las luchas y los sufrimientos, las angustias y los proyectos de los hombres que han construido una nación. De la historia se puede abrevar para conocer y amar a la patria y para rechazar imposiciones y vasallajes.
Cuando Francis Fukuyama, escribió su famoso artículo "El fin de la historia", se intentó acabar de tajo con el estudio de los procesos históricos, porque se consideraba que ya no era necesario, ya que con el capitalismo, en su fase de globalización, "se había llegado al fin del desarrollo humano" y que había que resignarse o "regocijarse" porque la sociedad de la "libertad económica política, la democracia y la defensa de los derechos humanos" era la que "embonaba perfectamente con la naturaleza humana". Tal posición es antihistórica y condena a los hombres a la inmovilidad, por lo tanto, no puede ser más que la posición de quienes son los beneficiarios de la globalización, una propuesta de los países más poderosos económicamente que se intentó vender a los hombres de los países en desarrollo, para convertir la búsqueda del capitalismo desarrollado, como el fin último a que pueden aspirar los hombres de esos países.
Sin embargo, la historia no ha llegado a su fin, como quisieran los apologistas de la globalización porque, como dice Marc Bloch: "El objeto de la historia es esencialmente el hombre. Mejor dicho: los hombres. Detrás de los rasgos sensibles del paisaje, de las herramientas o de las máquinas, detrás de los escritos aparentemente más fríos y de las instituciones aparentemente más distanciadas de los que las han creado, la historia quiere aprehender a los hombres. Quien no lo logre no pasará jamás, en el mejor de los casos, de ser un obrero manual de la erudición. Allí donde huele la carne humana, sabe que está su presa." Y mientras los hombres estén vivos y en movimiento, desde esa perspectiva, la historia no puede terminarse y su estudio, menos puede dejarse de lado.
Lo que sí es necesario, como lo señala el historiador español Joseph Fontana, es que "hay que comenzar a construir, a un tiempo, la nueva historia y el nuevo proyecto social, asentados en una comprensión crítica de la realidad presente. Para lo primero deberemos rehacer nuestra forma de entender el ascenso del capitalismo como un progreso, para aprender a verlo como el desarrollo de una nueva forma de explotación. La línea del pasado que proyectemos hacia el futuro ha de apuntar a una sociedad cuyo elemento definidor fundamental no ha de ser el de constituir una fase más avanzada del desarrollo industrial, sino la de aproximarnos al ideal de la supresión de todas las formas de explotación del hombre: de una sociedad igualitaria en la que se haya eliminado toda coerción"
La historia, entonces, no sólo es necesaria porque su estudio nos permite conocer el pasado de nuestra sociedad, para entender mejor el presente y proyectar un mejor futuro, sino también porque nos proporciona los elementos indispensables para crear conciencia de le necesidad del cambio social, de buscar mejores perspectivas de vida para los hombres.

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